Bodegón mexicano
Cuadro de comedor (cabeza de venado) | Bodegón mexicano | Museo Amparo, Puebla

José Agustín Arrieta

Cuadro de comedor (cabeza de venado)

Año Siglo XIX
Año Siglo XIX
Técnica

Óleo sobre tela 

Información adicional

Colección Museo Amparo

Descripción

En el centro de una mesa que abarca de forma apaisada todo el campo pictórico, Arrieta colocó como eje de la composición una olla de barro cubierta por un plato sobre el que se halla un camote abierto. De izquierda a derecha aparece una taza decorada, una pieza de pan, la cabeza de un ciervo con grandes astas, rábanos y nabos, una coliflor, tres duraznos, una sartén colocada verticalmente, un bote de queso, un melón abierto junto a un trozo cortado del mismo fruto, una papaya también abierta, una copa y dos licoreras de cristal, una roja y otra azul.

En las notas que Bernardo Olivares Iriarte escribió en su Álbum artístico de 1874, con motivo de la muerte de José Agustín Arrieta, el artista poblano señalaba que uno de los géneros en que Arrieta se había desempeñado con suma facilidad era el llamado de “alacenas”:

Estas obras se componen de la reproducción de todo género de objetos, piezas de cristal, porcelana, objetos de bronce, frutas, flores, recaudo de cocina, legumbres, peces, aves, &&&., todo combinado y reunido las piezas que entre sí concuerden, ha hecho composiciones de bastante mérito por la verdad y completa ilusión que les ha dado. Este género de obras todos han convenido que hasta la presente no ha tenido rival en esta ciudad.[1]

Como afirma Olivares, en Puebla Arrieta no debió tener rival en la ejecución de “alacenas”, “bodegones” o naturalezas muertas. A partir del registro con el que hoy se cuenta de la obra del pintor, puede afirmarse que si bien trabajó todos los géneros de la pintura, sin duda éste fue el más abundante en su producción y de ello, podríamos deducir, el más solicitado por los coleccionistas poblanos para la decoración de sus comedores, en donde las pinturas tenían la función de despertar el apetito con la “verdad y completa ilusión” de los frutos, vegetales, alimentos preparados o por preparar; pero también con la exhibición de los utensilios en los que se elaboraban o servían. Tanto los productos comestibles como los enseres para su preparación en la cocina y servicio en la mesa muestran el sincretismo cultural que caracteriza a la gastronomía poblana.

En 1879, Guillermo Prieto, ávido de conocer las colecciones de pintura más notables de la ciudad de Puebla, visitó la casa del empresario Francisco Cabrera Ferrando en donde pudo apreciar varias obras del pincel de Arrieta, entre ellas unos bodegones. En la reseña que escribió de su estancia en la ciudad, en forma epistolar, a su amigo Ignacio Ramírez “El Nigromante”, el escritor se refería a la mezcla de objetos y alimentos de orígenes disímbolos como una “lucha de costumbres”, que caracterizaba la cultura culinaria poblana y que tan bien había plasmado Arrieta en sus bodegones:

me volvía al otro lado y repicaba las manos con aquellos cuadros de verduras, pollos, trastos en que está reproducida en la clase media la lucha de costumbres, el pichel de Sajonia y el jarro de pico agudo, el plato poblano de pajarito y la azucarera parisiense. El pollito tísico del vejete enfermo y la lonja del beefsteak suculento.[2]

Otro elemento notable en la pintura es la cabeza de venado. La inclusión de animales en las naturalezas muertas de Arrieta es frecuente. A veces aparecen vivos como loros, gallinas, palomas, conejos y gatos y otras veces muertos como pollos y gallinas desplumados, pescados, perdices y cabezas de venados, como es el caso de esta obra y otras dos de colección particular.

También cabe destacar la inclusión de las dos licoreras de cristal en el extremo derecho de la obra, probablemente realizadas en las manufacturas poblanas que se dedicaron a la producción de cristal “al estilo europeo”. Las licoreras aparecen igualmente en muchas otras obras del artista pintadas en la década de 1850, particularmente en aquellas denominadas “mesas revueltas” en las que Arrieta hizo gala de sus habilidades técnicas para representar la transparencia y los reflejos del vidrio y del cristal en un espejo.[3]

Las “alacenas” de Arrieta (re)presentan la abundancia alimenticia, reservada a las clases pudientes en el México decimonónico, pero también el eclecticismo de la gastronomía poblana y de su cultura material.

 

 


[1] Bernardo Olivares Iriarte, Álbum artístico 1874. Edición, estudio preliminar y notas de Efraín Castro Morales (Puebla: Gobierno del Estado de Puebla-Secretaría de Cultura, 1987), 54.

[2] Francisco J. Cabrera, La vida en Puebla. Crónicas de Fidel (México: s. e., 1987), 49-50.

[3] Angélica Velázquez Guadarrama, La colección de pintura del Banco Nacional de México. Catálogo. Siglo XIX, tomo I (México: Fomento Cultural Banamex, 2004), 110-112.

En el centro de una mesa que abarca de forma apaisada todo el campo pictórico, Arrieta colocó como eje de la composición una olla de barro cubierta por un plato sobre el que se halla un camote abierto. De izquierda a derecha aparece una taza decorada, una pieza de pan, la cabeza de un ciervo con grandes astas, rábanos y nabos, una coliflor, tres duraznos, una sartén colocada verticalmente, un bote de queso, un melón abierto junto a un trozo cortado del mismo fruto, una papaya también abierta, una copa y dos licoreras de cristal, una roja y otra azul.

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