Acervo Escultórico. Escultura Virreinal Encrucijada
San Francisco de Asís | Acervo Escultórico.  Escultura Virreinal Encrucijada | Museo Amparo, Puebla
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Anónimo

San Francisco de Asís

Período Primera mitad del siglo XVII
Período Primera mitad del siglo XVII
Técnica

Madera tallada y policromada

Medidas 107   x 51.5  x 35  cm
Investigador

Escultura exenta de cuerpo entero en madera policromada, encarnada y estofada con esgrafiados. Al parecer, el cuerpo está conformado por un solo bloque, mientras que las manos dan la impresión de haber sido talladas por separado, al igual que la cabeza y la base donde se asienta.

Por sus características, representa a San Francisco de Asís,[1] siendo lo más significativo de la pieza, la presencia de estigmas visibles en ambas manos y el costado; lo que hacen alusión al pasaje datado en 1224, cuando el fraile se retira al monte Albernia para estar en soledad, y “[...] donde el día de la fiesta de la Exaltación de la Cruz, tuvo la visión de un crucifijo aéreo sobre el cual estaba clavado Cristo bajo la apariencia de un serafín de seis alas. De las heridas de Cristo irradiaban rayos que se imprimieron en su carne en forma de estigmas, que Dante llama el sello último de las cinco llagas”.[2]

De acuerdo con Louis Réau, la talla reproduce una de las dos iconografías más empleadas para la representación del fundador de la orden. El autor explica que la primera de ellas es la que se califica como giottesca.[3] La segunda, que está asociada con nuestra imagen, es la denominada tridentina,[4] y se caracteriza por portar el sayal de la orden ajustado a la cintura por un cíngulo rústico, un cordón con tres nudos que significan los votos de pobreza, castidad y obediencia, virtudes franciscanas. Sostiene un crucifijo -no conservado- y a la par ostenta los estigmas en manos, pies y costado; este último, muy comúnmente representado por una hendidura ovalada, que se ve sobre el sayal.[5]

Se trata de una pieza escultórica que bien podría corresponder a la primera mitad del siglo XVII; ello a decir del movimiento del cuerpo, señalado con el contraposto de su pierna izquierda, flexionada y adelantada ligeramente; mientras que los brazos, levemente despegados del torso, están elevándose a la altura de la cintura, para poder sostener en la mano derecha un atributo iconográfico, que actualmente ya no exhibe; quizá el señalado crucifijo o una calavera. En contraste, su izquierda la extiende hacia el frente del espectador, levemente entreabierta, como haciendo el intento de abrir uno por uno los dedos. Este tipo de tendencia en escultura, acorde con lo señalado por Consuelo Maquívar,[6] corresponde a piezas manufacturadas entre la última década del siglo XVI y principios del XVII.

Presenta diversos rasgos que nos permiten deducir una sutil influencia andaluza, o bien, que se trata de una escultura española de un imaginero no tan sobresaliente: aspectos como el trabajo del cabello, fabricado en madera, policromado, tallado con líneas profundas de gran movimiento, que le da la apariencia de ondulaciones; la tonsura y el mechón que cae de forma abultada en su frente; el tratamiento de la barba, bifurcada, con un orificio en la parte baja, que por las huellas que muestra muy posiblemente fue trabajada por separado y añadida a la escultura antes de la policromía.

El san Francisco barbado fue el tipo más conocido en Nueva España, pero su historia se remonta al siglo XVI, a la escuela veneciana de Tintoretto, Veronés y los Bassano; a la de Bolonia, con Ludovico Carracci, Guido Reni y Guercino, y, dentro del arte español, al Greco y Zurbarán.[7] En sus pinturas, el Greco lo recreó “[...] sustituyendo el rostro iluminado por la alegría del arte italiano, por una máscara de asceta con pómulos prominentes y mejillas hundidas, consumido por el ardor místico”;[8] como si el pintor pretendiese hispanizarlo, dándole un tipo toledano. Pronto, este nuevo modelo se impuso en el arte ibérico del siglo XVII, teniendo una de sus más acertadas representaciones escultóricas con el andaluz Pedro de Mena, para la catedral de Toledo, y dejando, de los temas primitivos, sólo la estigmatización, pero con un carácter muy diferente, porque se le asoció a los éxtasis y arrebatamientos a la usanza del arte jesuita.[9]

En contraste, en la Nueva España una de las esculturas en madera más característica de este santo es la del ex convento de San Francisco, hoy catedral de Tlaxcala;[10] realizada hacia 1700. Se trata de una imagen policromada y estofada, con una iconografía poco común, donde se puede ver a san Francisco hincado con los brazos hacia arriba sosteniendo tres esferas. Modelo que dista mucho del que nos ocupa, ya que en el nuestro el rostro es poco expresivo, con la mirada baja, hacia el espectador; la boca ligeramente entrecerrada; las orejas están bien trabajadas, pegadas a la cabeza, destacándose la talla del lóbulo.

Sus ojos son grandes, policromados, en almendrada, con un poco más de profundidad en la cavidad ocular; proporcionados con el resto de las facciones y enmarcados por cejas largas y delgadas que aportan a la escultura una expresión mesurada de arrobamiento, suplementariamente observamos el rehundimiento en las mejillas, que otorgan dramatismo al rostro, dándole la gravidez característica de las esculturas españolas de la primera mitad del siglo XVII.[11] Porta además una aureola en la cabeza, sostenida por una varilla de madera que la une a un motivo floral de cuatro partes, como hojas de acanto, que a la par de fungir como decoración le brinda soporte al halo.

Respecto a la vestimenta, podemos notar que la policromía corresponde a una etapa posterior, posiblemente resultado de una restauración; suposición que se confirma por la presencia de raspaduras y craqueladuras que revelan una policromía anterior en la que destacan destellos rojizos y ocres. Al parecer, el estofado corresponde a los realizados en el siglo XVIII, por su decoración con motivos fitomorfos, de tipo floral, bulbosos, con tallos y hojas alargadas de puntas estilizadas por pinceladas en color grisáceo que le dan un efecto de alargamiento y sombra, así como por los roleos que decoran los espacios en color café del sayal.

En el atuendo encontramos decoraciones realizadas con pinceladas delgadas que imitan una redecilla o cuadrícula pequeña, rasgo aún más visible en el torso, a la altura del abdomen y en medio de los espacios elípticos de la figura que parece formar una m. Del mismo modo, se hallan en medio de los motivos bulbosos de tres pétalos, en la parte baja del hábito, al final de las hojas que se curvan formando una ligera elipse, y en la decoración de la parte alta de la espalda.

El esgrafiado de la vestimenta corresponde a un ligero punzonado, en forma de punto, que da la apariencia de picado; decoración que llega a confundirse en ocasiones con las marcas del ataque de polilla que padeció la imagen, más notables en la espalda y base. No obstante, el uso del punzón se puede observar en la manga izquierda de la saya y en la parte superior de la espalda; posiblemente el resto de este tipo de decoración fue cubierto por la aludida intervención.

 

[1]. Santo franciscano, de origen ítalo-francés, nacido en Asís, que en el siglo XIII funda la orden mendicante denominada Hermanos Menores, aprobada por Inocencio III. Fue canonizado por el papa Gregorio IX en 1228, a dos años de su fallecimiento, convirtiéndose en uno de los santos más populares de la cristiandad.

[2]. Réau, 2000: 545.

[3]. Donde se le representa como un hombre rubio, imberbe; modelo que se desarrolló entre el siglo XIII y la Reforma.

[4]. Producto de la Contrarreforma y el Concilio de Trento.

[5]. Réau, 2000: 547-548.

[6]. Maquívar, 1995: 90.

[7]. Réau, 2000: 548.

[8]. Réau, 2000: 559.

[9]. Réau, 2000: 559-560.

[10]. Sebastián, 1992: 65.

[11]. Maquívar, 1995: 88.

 

Fuentes:

Burke, Marcus, Pintura y escultura en Nueva España, México, Azabache, 1998.

Maquívar, María del Consuelo, El imaginero novohispano y su obra. Las esculturas de Tepotzotlán, México, INAH, 1995.

______, La escultura religiosa en la Nueva España, México, FCE-Conaculta, 2001.

Réau, Louis, Iconografía del arte cristiano. Iconografía de los santos. De la A a la F, tomo 2, vol. 3, Barcelona, Serbal, 2000.

Rodríguez, Isidoro, San Francisco de Asís en la música y en el arte, Madrid, FUE, 1977.

Sebastián, Santiago, Iconografía e iconología del arte novohispano, México, Azabache, 1992.

Escultura exenta de cuerpo entero en madera policromada, encarnada y estofada con esgrafiados. Al parecer, el cuerpo está conformado por un solo bloque, mientras que las manos dan la impresión de haber sido talladas por separado, al igual que la cabeza y la base donde se asienta.

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