Salas de Arte Virreinal y Siglo XIX

Desde caminos de tierra y de mar


La Nueva España era parte de una monarquía que se extendía por mar y tierra. Como nexo entre la Península Ibérica y las Filipinas, los objetos y bienes a comerciar llegaban de España a Veracruz, de donde seguían una ruta por tierra rumbo a Acapulco, para embarcarse hacia Oriente. Las naves del Galeón de Manila hacían el tornaviaje o regreso cargadas de productos de lujo, destinados al comercio en la Nueva España o para ser enviados a los puertos españoles. Desde Filipinas llegaban, entre otros productos, sedas, biombos, porcelana y esculturas de marfil, estas últimas eran muy apreciadas por su belleza y blancura.

También existía un comercio amplio entre los virreinatos americanos, se importaban diversos productos, entre ellos pinturas y esculturas; algunos de ellos de gran calidad, como la escultura guatemalteca del siglo XVIII, que se implantó firmemente dentro del gusto de la sociedad novohispana.

Algunas piezas eran transportadas por motivos de identidad o devoción. La movilidad y la distancia entre las familias generó la práctica del intercambio de obsequios vía marítima, lo cual generó que las modas, tradiciones e inclusive las devociones tuvieran presencia en ambos lados del mar. Nueva España nunca dejó de recibir el influjo de obras extranjeras, que a veces fueron modelo para los artífices locales.

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