El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Máscara con ojos y boca circulares | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
Máscara con ojos y boca circulares | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla

Máscara con ojos y boca circulares

Cultura Tradición Mezcala
Región Cuenca media del Balsas, probablemente
Período Preclásico tardío-Clásico tardío
Período 9 Preclásico tardío-Clásico tardío
Año 500 a.C.-900 d.C.
Técnica

Concha Spondylus cortada, desgastada y perforada

Medidas 12.6   x 12  x 4  cm
Ubicación Sala 3. Cuerpos, rostros, personas
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 931
Investigador

Las máscaras pueden tener muchos tamaños. Las hay del mismo tamaño que los de un rostro y se piensa que estaban destinadas para cubrirlo, y posiblemente las más pequeñas, como la que aquí vemos, eran utilizadas colgando sobre el pecho, a manera de pectoral, tal y como lo sugieren las pequeñas oquedades en el borde superior. Como es el caso de muchas de las máscaras que han llegado a nuestros días, es casi imposible determinar el uso que tuvo esta pieza, al no proceder de un contexto preciso, aunque nuestro ejemplo se suma a una serie de objetos fabricados de conchas y caracoles que se han recuperado en el interior de entierros, ofrendas y cistas localizadas en la mayoría de las ciudades y poblados prehispánicos de Mesoamérica, desde el Preclásico hasta el momento del dominio mexica, que nos ilustran del uso del mar como fuente de recursos y acerca de las rutas de intercambio que existieron anteriores a la Conquista española.

Nuestra máscara fue fabricada a partir de una concha Spondylus Princeps, que es un género de molusco bivalvo procedente de las costas de agua templada del Océano Pacífico muy valorado en el México prehispánico por sus colores que oscilan entre el color naranja, rojo y púrpura. Se le reconoce en la escultura en relieve de la pirámide de Quetzalcóatl en Teotihuacán, donde se encuentra asociada a caracoles marinos y sus múltiples usos y representaciones subrayan su relevancia durante la época del Clásico.

Durante ésta época, la concha trabajada como materia prima se utilizó para fabricar cuentas para los collares en forma de quijadas humanas que se localizaron en Teotihuacán, a la vez que para diseñar la cresta de un ave modelada en barro y luego, durante la hegemonía tolteca, la concha mantuvo su valor. En Tula se excavó una coraza conformada por pequeñas piezas de concha Spondylus; cada placa presenta un pequeño orificio y estaba cosida a una camisa.

Esta concha roja continuó siendo muy valorada entre los mexicas ya que la depositaron en sus ofrendas y fabricaron con ella numerosos objetos suntuarios. Como indica la lámina 40 del Códice Mendocino, documento del siglo XVI que registra el tributo que recibían los mexica de Cihuatlán, en el actual estado de Guerrero, llegaban a Tenochtitlan dos cargas de cuatrocientas conchas coloradas cada una, al parecer en estado natural y sin trabajar. Su transporte habrá sido dificultoso ante la frágil consistencia de las piezas. En la imagen que registra el tributo recibido, se representa la concha con largos picos, espinas y bordes filosos que la caracterizan, ésta se importaban en su estado natural, sin modificar  y es punto de partida para reconstruir el proceso de fabricación de nuestra máscara: un material suave en comparación con la piedra, y para trabajarla se utilizaron algunas de las mismas técnicas empleadas en la fábricación de las máscaras de piedra.

Primero se habrán desprendido los picos de la concha. Posteriormente, cabe suponer, se realizó la apertura de los ojos así como de la boca, es necesario considerar la posibilidad que se utilizara la técnica de aserrado con cordel, una técnica que utiliza una fibra y arena para realizar los cortes en el interior de la superficie de la concha. Para finalizar, la superficie se habrá pulido hasta obtener un espacio liso y resaltar el color. En todo caso, el rojo que caracteriza a la concha es exaltado y la importancia de su singular coloración merece nuestra atención debido a que se suma a otros materiales de ese mismo color que los hombres prehispánicos empleaban: a decir la hematita, el ocre rojo y el óxido.

Las máscaras pueden tener muchos tamaños. Las hay del mismo tamaño que los de un rostro y se piensa que estaban destinadas para cubrirlo, y posiblemente las más pequeñas, como la que aquí vemos, eran utilizadas colgando sobre el pecho, a manera de pectoral, tal y como lo sugieren las pequeñas oquedades en el borde superior. Como es el caso de muchas de las máscaras que han llegado a nuestros días, es casi imposible determinar el uso que tuvo esta pieza, al no proceder de un contexto preciso, aunque nuestro ejemplo se suma a una serie de objetos fabricados de conchas y caracoles que se han recuperado en el interior de entierros, ofrendas y cistas localizadas en la mayoría de las ciudades y poblados prehispánicos de Mesoamérica, desde el Preclásico hasta el momento del dominio mexica, que nos ilustran del uso del mar como fuente de recursos y acerca de las rutas de intercambio que existieron anteriores a la Conquista española.

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