El tiempo en las cosas II. Salas de Arte Contemporáneo
Yugo liso | El tiempo en las cosas II. Salas de Arte Contemporáneo | Museo Amparo, Puebla
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Yugo liso

Cultura Cultura de El Tajín
Región Veracruz
Período 3 Clásico tardío
Período 4 Clásico tardío
Año 600-900 d.C.
Técnica Piedra esculpida y finamente pulida
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1304
Período Clásico tardío
Ubicación Salas de Arte Contemporáneo. Piezas Prehispánicas
Investigador

El antiguo territorio de la civilización de El Tajín comprendía los lomeríos del litoral norte de la costa del Golfo de México, entre el río Tuxpan y la Sierra de Chiconquiaco, y la vertiente oriental de las montañas de Puebla y Veracruz. En el centro de este dilatado territorio se encontraba la ciudad de El Tajín, núcleo político y económico de un inmenso estado mesoamericano del período Clásico (ca. 300-900 d.C.).

Muchas fueron las ciudades que reconocieron su sujeción a esta formidable capital de la llanura costera. Todas ellas, fuera en la selva tropical o en los bosques de tierra fría, compartieron los rasgos de una misma civilización, una arquitectura similar y hasta un mismo pensamiento simbólico.

Cada uno de los asentamientos, sin importar su tamaño o la posición en el territorio, se dieron a la tarea de construir uno o más edificios consagrados al juego ritual de la pelota. Buena parte de la vida religiosa de El Tajín transcurrió en estas singulares edificaciones, entre rituales que exigían poner en movimiento una pesada pelota de hule macizo. Los jugadores vestían atuendos particulares, entre ellos, rodilleras y un voluminoso cinturón que los protegía del constante roce de la pelota.

Asociado a este importante ritual que incluía el sacrificio humano, apareció un interesante conjunto de objetos elaborados en piedras duras y que suelen hallarse en las tumbas de los personajes de mayor reconocimiento social.

Hechos en rocas metamórficas o en una piedra arenisca de grano muy fino, se les conoce en la literatura arqueológica como hachas, yugos y palmas, esculturas de pequeño formato cuyos nombres actuales aun intentando describir su aspecto formal no alcanzan a revelar la función que se les había conferido en la antigüedad. Con todo, retratan objetos que participaron en la órbita ceremonial del juego de la pelota y que vueltos esculturas se trasladaron al ajuar funerario de la élite política de aquellos tiempos.

Medellín Zenil refiere que durante sus exploraciones en la costa central veracruzana encontró en uno de los montículos de El Viejón un entierro secundario provisto de "… un yugo liso y una hermosa hacha votiva de basalto en función de ofrenda. Sus huesos […] estaban casi pulverizados y protegidos por el […] fragmento mayor del yugo, revueltos con pequeños fragmentos de cinabrio". Tanto en Napatecuhtlan, en las estribaciones del Cofre de Perote, como en El Viejón las esculturas se encontraban matadas ritualmente, esto es deliberadamente rotas, así como las vasijas que contenían los restos de aquellos individuos reinhumados.

Siendo tan raros los hallazgos de yugos in situ vale la pena decir que tuvieron que transcurrir más de diez años para que Wilkerson (1970) volviera a encontrar otro en Santa Luisa, no lejos de la desembocadura del río Tecolutla, esta vez en el entierro de un individuo adulto, un hombre joven, que yacía flexionado precisamente sobre el yugo y cuya inhumación debió ocurrir hacia el siglo X de nuestra era. "Sobre la espalda y las piernas pusieron ocre rojo y arriba de la cabeza un apaxtle [vasija] invertido".

Hay que saber que no son pocos los ejemplos de yugos que fueron profusamente labrados, en el Museo Nacional de Antropología y en el Museo de Antropología de Xalapa se conservan excelentes colecciones de ellos, varios incorporan la figura esquemática de un ofidio o de batracios, otros sirvieron para la representación de personajes –como ocurre con el yugo excavado por Wilkerson en Santa Luisa– y algunos más muestran en el interior relieves de hechura muy fina que retratan figuras humanas.

Lamentablemente, una proporción muy importante de los yugos que han llegado hasta nosotros proceden de excavaciones de saqueo y es por ello que hemos perdido irremediablemente la información que corresponde a su procedencia y uso ritual.

El antiguo territorio de la civilización de El Tajín comprendía los lomeríos del litoral norte de la costa del Golfo de México, entre el río Tuxpan y la Sierra de Chiconquiaco, y la vertiente oriental de las montañas de Puebla y Veracruz. En el centro de este dilatado territorio se encontraba la ciudad de El Tajín, núcleo político y económico de un inmenso estado mesoamericano del período Clásico (ca. 300-900 d.C.).

Obras de la sala

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