El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Figurilla sonriente con brazos articulados y camilla | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Figurilla sonriente con brazos articulados y camilla

Cultura Centro de Veracruz
Región Veracruz
Período Clásico tardío
Período 9 Clásico tardío
Año 600-900 d.C.
Técnica

Barro modelado y moldeado. Decoración sellada y pintada de rojo

Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1240
Investigador

La boca pareciera ser la parte más vulnerable del cuerpo de los vivos, en cierta forma es allí donde se equilibran salud y enfermedad, vida y muerte.

Para los totonacos de la Sierra Norte de Puebla, a través de ella, los “vientos” provocan la enfermedad y por ella se escapan –una a una– las almas. Por ello, la lengua de los vivos debía tener la capacidad de tapar a los vientos dañinos tan peligrosa entrada, de cerrar la boca. El frecuente hallazgo de figurillas que cierran la boca o que aprietan la lengua entre los dientes, así como su desecho ritual en vertederos ceremoniales de numerosos sitios arqueológicos del centro y sur de Veracruz, hace suponer que su capacidad “mágica” se extinguía con la realización del evento para el cual se les destinaba.

Frecuentemente llamadas Figurillas Sonrientes por confundir en nuestros días el gesto del rostro, probablemente sirvieron en la antigüedad para prevenir enfermedades o curarlas, de allí que fueran tan populares y que se produjeran por cientos con ayuda de moldes. El romperlas, “matarlas”, para luego deshacerse de ellas arrojándolas a un basurero ceremonial quizá tendría que ver con la “contaminación” que sufría el objeto durante el ritual de sanación.

Las Figurillas Sonrientes fueron decoradas con elementos que ponían en relieve las particularidades simbólicas de cada una de ellas. En los tocados pueden aparecer garzas, monos, saurios, varios patrones de bandas entrelazadas que recuerdan a los labrados en El Tajín, grecas escalonadas, ondas o elaboradas decoraciones selladas o moldeadas.

En la primera mitad del período Clásico su distribución en el territorio ya incluía sitios ubicados en la cercanía del Puerto de Veracruz y en toda la cuenca del río Papaloapan. Muchas de ellas sirvieron como “sonajeros” y otras más tenían brazos y piernas articulados. La que aquí nos ocupa es un ejemplo típico de esta clase de figuras. Sugiere la deformación intencional del cráneo, un rasgo del arreglo físico que aparentemente se reservaba para las clases privilegiadas de la sociedad, además de hallarse pintada de color rojo en la frente.

Esta pieza sólo tiene los brazos articulados, no así las piernas, y alcanzan a distinguirse las manos completamente estiradas, un ademán de indiscutible valor simbólico. La figura lleva collar y una banda sobre el pecho decorada con ganchos igualmente pintados de rojo. Quizá aquello que la hace destacar del grupo es el hallarse recostada sobre una suerte de lecho, una cama formada por tubos de barro sobrepuestos a manera de un armazón de madera y por una plancha –algo así como un tablón– que dobla bajo la cabeza para alcanzar el piso. No hay seguridad de que la figura y la cama de barro formaran parte de un mismo conjunto, tal y como aparecen exhibidos aquí, pudieron reunirse en fecha reciente pero no sería de sorprenderse en absoluto que se les hubiera encontrado juntos en algún lugar del sur de Veracruz. 

Observaciones: la “camilla” no necesariamente corresponde a esta misma pieza. Sin embargo, comparten iguales consideraciones de orden espacial y cronológico.

La boca pareciera ser la parte más vulnerable del cuerpo de los vivos, en cierta forma es allí donde se equilibran salud y enfermedad, vida y muerte.

Obras de la sala

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