El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Jaguar que vierte agua sagrada del inframundo | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Jaguar que vierte agua sagrada del inframundo

Cultura Tumbas de tiro
Estilo Comala
Región Colima
Período Preclásico tardío-Clásico temprano
Período 9 Preclásico tardío-Clásico temprano
Año 300 a.C.-600 d.C.
Técnica

Barro modelado, pintado, esgrafiado, calado y bruñido

Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1099
Investigador

En contraste con algunas de las culturas mesoamericanas más reconocidas, en la de tumbas de tiro, el jaguar y cualquier otro felino, no es un animal destacado; al parecer esta sociedad no le rindió un culto amplio, como los olmecas, teotihuacanos, zapotecos, mayas o los que habitaron Cacaxtla. Al menos en el arte, sus representaciones son reducidas, si bien, se sabe del hallazgo de restos del felino: un registro indica que en una tumba de tiro y cámara con entierros de muy alto estatus excavada en El Moralete, Colima por Daria Deraga y Rodolfo Fernández, se encontraron dos pendientes de colmillo de jaguar; debido a que las indagaciones arqueológicas dedicadas a la cultura que nos ocupa son limitadas, cabe suponer que los vestigios del animal fueran mucho mayores.

Por lo que toca a sus expresiones artísticas, un antecedente directo se halla en el marco de la cultura Capacha, cuyo desarrollo tuvo lugar en la misma región occidental: Joseph Mountjoy reporta el hallazgo de una vasija cerámica con apariencia de felino en una tumba de tiro y cámara en el cementerio Los Coamajales, fechado entre los años 1000 y 850 a.C. y próximo a Puerto Vallarta, Jalisco. Ya en la esfera de la cultura que nos ocupa, además de unas cuantas imágenes de jaguares, es probable que algunas figuras humanas tengan pintura facial que semeja las manchas del jaguar.

La magnífica escultura que tratamos de un jaguar agazapado, que alza la cabeza en actitud amenazante y abre sus fauces –en las que destacan los caninos largos–  como si emitiera un estruendoso rugido, evidencia que los artistas eran sabios conocedores del animal, en tanto que crearon una imagen realista dentro de los cánones del estilo Comala, de ahí que en principio vemos la superficie de toda la pieza de color rojo, alisada y finamente bruñida.

Un examen más minucioso nos permite apreciar restos pictóricos que imitan las manchas del pelaje de jaguar; con seguridad se hicieron con pintura muy diluida después de la cocción y por ello no se fijaron permanentemente a la superficie cerámica, la técnica se denomina pintura fugitiva; las manchas pueden verse del cuello hacia abajo, en el dorso, los costados e incluso en la parte ventral; a excepción de numerosas formas anulares toda la superficie se cubrió de negro; como resultado, cada una de dichas formas conservó el color rojo de la base y encierra una mancha circular negra; los motivos recrean las llamadas rosetas que distinguen a este felino. El par de perforaciones circulares en los costados del cuerpo son orificios de cocción que impidieron que la pieza estallara durante la cocción.

Ante tan espléndida obra puede afirmarse que los artistas decidieron minimizarlo en su extenso repertorio iconográfico, pese a que definitivamente esta sociedad convivió con el jaguar a lo largo del extenso espacio donde se asentó. Aun cuando está en riesgo de extinción, en el territorio antaño ocupado por la cultura de las tumbas de tiro todavía existen poblaciones cuantiosas, el biólogo Rodrigo Núñez las ha registrado en años recientes en la planicie costera del Pacífico, desde Nayarit hasta la colindancia de Colima y Michoacán; asimismo, en la Sierra Madre del Sur, desde el sur de Jalisco, e incluso tierra adentro en cañadas de la Sierra Madre Occidental, en territorio jalisciense y nayarita. Cabe señalar que de modo tradicional se considera que la selva tropical es el único hábitat del jaguar, no obstante su distribución abarca bosques, montañas de pino y encino, selvas secas, manglares, pantanos y matorral xerófilo.

Hasta donde conozco, en esta producción plástica la imagen del felino se restringe a algunas esculturas en las que se ve de cuerpo completo y asociado con vasijas; el mismo acervo del Museo Amparo tiene otra obra de este tipo y según un catálogo de exposición, en alguna colección europea existe una pieza semejante a la nuestra. No obstante lo limitado de sus expresiones, destaca que los simbolismos que comunican corresponden con el sistema de pensamiento mesoamericano; en parte, tales conceptos culturales tienen sustento en un conocimiento profundo de la especie.

El jaguar se caracteriza por ser un animal nocturno, es un excelente nadador y buceador, frecuentemente pescador, sin duda un hábil cazador y el depredador máximo de entre toda la fauna; utiliza las cuevas como refugio y no sobra decir que a diferencia de otros felinos no esquiva el agua, sino que busca que sus zonas de hábitat estén asociadas a cuerpos de agua. Sus cualidades, hábitos y apariencia fueron traducidas en metáforas por los pueblos de Mesoamérica, de tal modo, dentro de su concepción dualista del cosmos, al jaguar le corresponde el mundo de abajo, que es oscuro, acuoso, nocturno, femenino, así como  el lugar de los muertos y del origen primigenio del universo. El jaguar simboliza al sol nocturno, es decir, al astro durante su recorrido diario por el inframundo; sus rosetas se identificaron como estrellas y por tanto su pelaje se equipara con la bóveda celeste durante la noche.

Respecto a nuestro jaguar, planteo en términos más específicos que pese a que se desconoce la procedencia exacta de la pieza, es altamente factible que proceda de una tumba de tiro y cámara, en donde sirvió como ofrenda funeraria. La forma de esta construcción subterránea remite a una cueva y a la vez a una matriz materna: la arquitectura de las tumbas de tiro y cámara expresa con elocuencia el concepto de la parte femenina del cosmos y por ello la presencia del jaguar resulta del todo lógica. Ahondando en la interpretación, pienso que el simbolismo que con mayor fuerza comunica esta imagen se vincula con lo acuático.

El gran cántaro que sostiene sobre el dorso nos remite a un contenido ahora ausente pero que identifico como líquido con base en el diseño del recipiente: el cántaro es apto para transportar y contener líquidos a partir de la forma globular y grande del cuerpo, el cuello largo, divergente y con el diámetro suficiente para sostenerlo, y la boca más o menos estrecha que permitía verter y también evitaba que se derramara el contenido durante su traslado. Por lo demás, este cántaro no es un contenedor simple, el cuerpo presenta diez perforaciones circulares; visto desde arriba y considerando la abertura central y circular de la vasija parece formarse un diseño floral concéntrico que replica las rosetas o manchas circulares del jaguar. De otra parte, a mi juicio dichos orificios indican tácitamente la acción de verter el contenido de la vasija y asumo que el agua es el líquido implícito.

Lo acuático es una cualidad primordial del nivel inferior de la estructura del universo, pues ahí se conserva la materia primigenia del cosmos: el agua. Con un ingenio extraordinario, los antiguos artistas del valle de Colima plasmaron en la escultura una acción sin que en efecto se haya figurado una actividad y, además, metafóricamente revelaron la sustancia sagrada que determina la acción. El jaguar, como una entidad inframundana y de naturaleza acuática está vertiendo el agua; ésta surge del mismo felino puesto que no hay división interna entre la base del cántaro y el animal; el cuerpo del jaguar es hueco y conforma una unidad con la vasija, de modo que el agua pudo igualmente salir a través de sus fauces.

En contraste con algunas de las culturas mesoamericanas más reconocidas, en la de tumbas de tiro, el jaguar y cualquier otro felino, no es un animal destacado; al parecer esta sociedad no le rindió un culto amplio, como los olmecas, teotihuacanos, zapotecos, mayas o los que habitaron Cacaxtla. Al menos en el arte, sus representaciones son reducidas, si bien, se sabe del hallazgo de restos del felino: un registro indica que en una tumba de tiro y cámara con entierros de muy alto estatus excavada en El Moralete, Colima por Daria Deraga y Rodolfo Fernández, se encontraron dos pendientes de colmillo de jaguar; debido a que las indagaciones arqueológicas dedicadas a la cultura que nos ocupa son limitadas, cabe suponer que los vestigios del animal fueran mucho mayores.

Obras de la sala

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