Salas de Arte Virreinal y Siglo XIX
San Pedro | Salas de Arte Virreinal y Siglo XIX | Museo Amparo, Puebla
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Anónimo

San Pedro

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Período 3 Finales del siglo XVII
Período 4 Finales del siglo XVII
Técnica Madera tallada y policromada  
No. registro VS.ES.018
Período Finales del siglo XVII
Medidas 61   x 29  x 24  cm
Investigador

Escultura policromada que ha perdido sus atributos e identificada como una representación de San Pedro. Los motivos que sustentan dicha afirmación podrían ser los siguientes: el apóstol se representa generalmente como un hombre de edad madura, con cabello y barba canos, características que corresponden a las de esta escultura; sin embargo, la barba debería ser “corta, redondeada, algo gris y con ancha tonsura clerical” [1], lo que no concuerda con la de la escultura en cuestión, que es larga, puntiaguda y dividida en dos partes, y que más que tonsurado parece haber perdido pelo por la edad. Este tipo de barba corresponde a la de San Pablo.

Es evidente que el personaje llevaba un objeto en la mano izquierda, lo que podría corresponder a las llaves del Reino de los Cielos que Jesús prometió entregarle a Pedro: “una de oro y otra de plata: por la primera se entiende la potestad de la absolución, por la segunda la de la excomunión” [2], uno de sus atributos más comunes; aunque también podría tratarse de la espada que San Pablo sujeta de la empuñadura con la hoja hacia abajo.

La vestimenta del personaje corresponde con la de cualquiera de los apóstoles e incluso con la de otros personajes del Antiguo Testamento: túnica y manto. La primera imita una tela de doble vista que por el revés es un tejido de diseño de listas en dos colores y en dirección a los hilos de la trama, común en la representación de personajes de la antigüedad; por el derecho es una riquísima imitación de un brocado, tela de seda entretejida con finos hilos de oro y plata que forman dibujos, en este caso del tipo del “follaje de acanto” o “follaje de zarcillos”, “ornamento caracterizado por el uso de hojas gruesas con el contorno dentado colocadas casi siempre con base en un perfil simétrico y rítmico como si de un roleo se tratara” [3], entre los que también puede haber flores.

Con base en los datos descritos tenemos la certeza de que se trata de un personaje del Antiguo Testamento; sin embargo, el de la escultura calza un par de botas, extraño para un apóstol, pero común para las representaciones de los Reyes Magos, que en la mano podría llevar un recipiente con alguno de los obsequios al Niño Jesús, o alguno de los Profetas.

Lo más común en las representaciones de los Reyes Magos es que el personaje de piel blanca esté inclinado cerca del Niño Jesús, mientras los otros dos observan la escena; asimismo, es común que éstos se acomoden para componer una epifanía con los demás personajes que presenciaron la visita de los Reyes; sin embargo, parece que el que analizamos estuvo colocado sobre una peana, lo que dificultaría su ubicación en la escena.

Se conocen representaciones escultóricas de los Reyes Magos montados sobre una peana como figuras aisladas, como el caso del Baltasar de la capilla de Santa Lucía en Jonacatepec, Morelos, pero no son frecuentes. Sin embargo, nos encontramos con una figura que no acaba de corresponder con los patrones, por lo que difícilmente conoceremos a quién se quiso representar.

Se trata, por otra parte, de una imagen proporcionada conforme a los parámetros clásicos, cuya calidad formal y riqueza decorativa son sobresalientes. Para su elaboración, en orden estratigráfico y cronológico, se siguieron varios pasos: sobre la madera tallada se aplicó cola y probablemente se colocaron algunos enlenzados; se aplicaron varias manos de base de preparación; posteriormente se aplicó bol en toda la superficie que sería dorada: túnica, manto, botas, y en la sección vertical de la base; sobre esta arcilla se colocó el oro en lámina bruñido; luego se trazaron los ornamentos principales, las flores y follajes de mayor tamaño del anverso y reverso del manto, y después se policromaron con varias técnicas: esgrafiado, delineado “a punta de pincel” y punzonado en las áreas en reserva, es decir, de oro bruñido sin pintura; luego se policromó el pelo y la barba de color grisáceo; para terminar, se realizaron las encarnaciones.

Las flores y el follaje sobre la túnica son un buen ejemplo de la riqueza de recursos de los policromadores para la creación de efectos, entre los que están: crear diseños en áreas más o menos brillantes, como en las zonas de oro bruñido y liso contra las áreas punzonadas, como en el interior de las flores; efectos de claroscuro, como el que se forma naturalmente en los pliegues de la ropa y que cambian dependiendo de la manera en que incida la luz; el aprovechamiento de las posibilidades ópticas del color para dar idea de volumen, como se puede observar en los trazos rojo oscuro en algunas de las flores y hojas.

Por último, llama la atención que los diseños denominados “follaje de acanto” o “follaje de zarcillos” recuerdan los que se pueden observar en compendios de diseños que se elaboraron en Italia, Francia, Alemania y España, entre otros, para la elaboración de telas u otras artes [4]. Esta evidencia, sin embargo, no es suficiente por sí misma para afirmar que se trata de una escultura importada, pues dichos libros de diseños circularon por muchas partes del mundo.

 

[1] Roig, 1950: 218.

[2] Carmona Muela, 2003: 364.

[3] Bartolomé García, 2001: 107.

[4] Bartolomé García, 2001: 107 y 109, confrontar con diseños del napolitano Pietro Antonio Prisco, 1624 (Berliner, lám. 262).

 

Fuentes:

Bartolomé García, Fernando, La policromía barroca en Álava, Álava, Diputación Foral de Álava, 2001.

Carmona Muela, Juan, Iconografía de los santos, Madrid, Istmo, 2003.

Roig, Juan Ferrando, Iconografía de los santos, Madrid, Omega, 1950.

Escultura policromada que ha perdido sus atributos e identificada como una representación de San Pedro. Los motivos que sustentan dicha afirmación podrían ser los siguientes: el apóstol se representa generalmente como un hombre de edad madura, con cabello y barba canos, características que corresponden a las de esta escultura; sin embargo, la barba debería ser “corta, redondeada, algo gris y con ancha tonsura clerical” [1], lo que no concuerda con la de la escultura en cuestión, que es larga, puntiaguda y dividida en dos partes, y que más que tonsurado parece haber perdido pelo por la edad. Este tipo de barba corresponde a la de San Pablo.

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