Salas de Arte Virreinal y Siglo XIX
Ángeles adoradores | Salas de Arte Virreinal y Siglo XIX | Museo Amparo, Puebla
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Anónimo peruano

Ángeles adoradores

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Región Virreinato del Perú
Período 3 Segunda mitad del siglo XVIII
Período 4 Segunda mitad del siglo XVIII
Técnica Madera tallada y policromada 
No. registro VS.ES.012
Período Segunda mitad del siglo XVIII
Piezas por lote 2
Medidas

Ángel 1: 67 x 45 x 20.5 cm

Ángel 2: 66.5 x 39 x 25.5 cm

Investigador

Esculturas de bulto estofadas con encarnación pulimentada que muestran a un par de ángeles en actitud de veneración o adoración a Dios, como lo indica el Salmo 148: “Alabad a Jehová desde los cielos; Alabadle en las alturas. Alabadle, vosotros todos sus ángeles; Alabadle, vosotros todos sus ejércitos”.[1] Cada uno está arrodillado sobre un conjunto de nubes blancas –con pinceladas en azul y dorado– que les sirven de peana; sus brazos están abiertos y se extienden hacia el frente. Sus rostros son ovalados y rechonchos; poseen ojos de vidrio pintados en color azul. En el ángel n. 1 se observa el borde exterior del iris matizado en azul oscuro; en cambio, los ojos del ángel n. 2 presentan el iris rayado,[2] efectos que le proporcionan mayor profundidad y realismo al ojo. La nariz es recta y la boca diminuta y gruesa. El cabello es castaño y ondulado, trabajado de manera sencilla a la altura de los hombros. Ambos ángeles tienen la particularidad de no tener alas; no obstante, no es extraño encontrar ángeles sin alas, pues la forma de representarlos se ha modificado a lo largo del tiempo. El arte religioso del siglo IV los mostró con forma humana, tal y como describe el profeta Daniel la apariencia que tenía el arcángel Gabriel;[3] no fue sino hasta el siglo v cuando se les añadieron las alas, como símbolo de su prontitud en realizar la voluntad de Dios y la facilidad de trasladarse de un lugar a otro.

Cada ángel porta un vestido de doble vista (blanco y azul) con adornos y orla en dorado y las mangas enrolladas hasta el codo. Tiene dos aberturas a la altura del muslo que dejan al descubierto ambas piernas y presentan una profusa decoración en dorado con elementos fitomorfos, líneas, puntos y rocallas –como se observa en el ángel n. 1–.[4] Estas decoraciones son de gran tamaño y abarcan la totalidad  de la tela; sin embargo, en la parte posterior los adornos del vestido se simplifican y son más escasos.[5] Sobre el vestido llevan un jubón[6] de cuello redondo o cuadrado y borde ondulado en la cintura. Esta prenda es de color verde vejiga y está decorado con los mismos elementos que presenta su respectivo vestido. Sobre sus brazos traen una larga estola roja de borde plateado, que cae formando varios pliegues, al igual que el vestido, como si fuera ondeada por el viento, lo que le da a la pieza mayor movimiento.

Su calzado consiste en una media bota de color ocre que deja al descubierto los dedos. La adornan líneas en dorado y remata en una tela dorada que se ajusta al frente con un prendedor verde en forma romboidal o cuadrada. Este tipo de calzado es casi una constante en la vestimenta de los ángeles hispanos.

Debemos señalar que el decorado color dorado de las vestiduras presenta un realce. Esto se debe a que fueron hechas sobre relieve y a punta de pincel. Esta técnica se llama “de concha” y consiste en la utilización de un polvo metálico –en este caso oro– con un aglutinante no acuoso que puede ser una resina o un barniz, con el cual se pinta un diseño. Entre más capas de pintura tenga, va adquiriendo mayor volumen. Aunque el relieve primigenio ya fue realizado en el aparejo. Asimismo, el jubón está pintado con corladura, lo que le da un brillo y un aspecto translúcido.[7] Las piezas se encuentran en buen estado de conservación general, presentando pérdida de policromía, craqueladuras y repintes en algunas zonas de brazos, rostro y jubón.

Posiblemente estas esculturas se encontraban en una capilla al lado del Santísimo Sacramento, devoción que tuvo gran auge en el siglo XVIII, con las visiones de Santa Juliana de Mont-Cornillon (1208) y el milagro eucarístico de Bolsena (1264). El papa Urbano IV publica la bula Transiturus en 1264, en la que ordena que se celebre  la solemnidad de Corpus Christi. Para el siglo xiv se erigieron altares y capillas en honor del Santísimo, así como las cofradías que cuidan de ellas. Las devociones eucarísticas pasan de España a Hispanoamérica; en la Nueva España una de las más antiguas cofradías fue la archicofradía del Santísimo Sacramento y Caridad fundada en el  convento de San Francisco de la Ciudad de México el 16 de junio de 1538, que perduró hasta el siglo XIX, cuando vuelve a cobrar importancia debido a que se originan los congresos eucarísticos a nivel internacional.

 

[1]. Salmo 148, 1-2.

[2]. En su libro, Maquívar comenta que los ojos de vidrio se utilizaron con mayor frecuencia a partir del siglo XVII y que son globos que se policromaban en uno de sus extremos o medios globos pintados. En este caso los ojos del ángel tienen una doble capa de pintura, una primera de color y la otra rayada con líneas a manera de radios.

[3]. Daniel 8, 15-16: “Y aconteció que mientras yo Daniel consideraba la visión y procuraba comprenderla, he aquí se puso delante de mí uno con apariencia de hombre”. La pintura más antigua de la Anunciación, localizada en la catacumba de Priscila de los siglos II-III, muestra al arcángel Gabriel sin alas. Daniel 9, 21: “Aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde”.

[4]. Dibujo en forma de valva de ostra; es el elemento principal de la decoración rococó. Los diseños rococoizantes nos ayudan a datar a la pieza a finales del siglo XVIII, así como el uso de los colores lisos y de tonalidades pastel que se utilizaron con mayor frecuencia durante el siglo XIX.

[5]. Generalmente la cara posterior de las esculturas puede encontrarse menos trabajada y policromada, posiblemente se deba a que esta cara no era visible para el espectador, aunque no es una generalidad. Consuelo Maquívar considera que más bien decorar o no con detalle la pieza se relaciona con la destreza y la calidad del creador (Maquivar, 1996: 125). En este caso el artista no la dejó sin decoración para hacerla más decente.

[6]. El jubón es una prenda rígida que cubría desde los hombros hasta la cintura y que estuvo en boga en España en los siglos XV y XVI. Las damas también usaron jubón, con la particularidad de que le añadían una prolongación en el talle en forma de paco.

[7]. Corladura es la aplicación de un barniz con color sobre una hoja metálica. También puede hacerse con alguna cola, que abarataba los costos. Da un efecto translúcido y se usaba para imitar el brillo de las piedras preciosas; le da a las piezas mayor lucidez. Se usa desde la Edad Media, y desde entonces se generalizó.

 

Fuentes:

Alarcón Cedillo, Roberto, y Armida Alonso Lutteroth, Tecnología de la obra de arte en la época colonial. Pintura mural y de caballete, escultura y orfebrería, México, Ibero, 1994.

Biblia de Jerusalén, España, [s.e.], 1975.

Los diccionarios del arte: Ángeles y demonios, Madrid, Electa, 2004.

Maquívar, María del Consuelo, El imaginero novohispano y su obra. Las esculturas de Tepotzotlán, México, INAH, 1995.

Réau, Louis, Iconografía del arte cristiano, trad. de Daniel Alcoba, Barcelona, Serbal, 1996-1998.

Ángeles: http://es.catholic.net/celebraciones/120/302/articulophp?id=581. Fecha de consulta: 12 de febrero de 2010.

Jubón: http://es.wikipedia.org/wiki/Jub%C3%B3n. Fecha de consulta: 12 de febrero de 2010.

Esculturas de bulto estofadas con encarnación pulimentada que muestran a un par de ángeles en actitud de veneración o adoración a Dios, como lo indica el Salmo 148: “Alabad a Jehová desde los cielos; Alabadle en las alturas. Alabadle, vosotros todos sus ángeles; Alabadle, vosotros todos sus ejércitos”.[1] Cada uno está arrodillado sobre un conjunto de nubes blancas –con pinceladas en azul y dorado– que les sirven de peana; sus brazos están abiertos y se extienden hacia el frente. Sus rostros son ovalados y rechonchos; poseen ojos de vidrio pintados en color azul. En el ángel n. 1 se observa el borde exterior del iris matizado en azul oscuro; en cambio, los ojos del ángel n. 2 presentan el iris rayado,[2] efectos que le proporcionan mayor profundidad y realismo al ojo. La nariz es recta y la boca diminuta y gruesa. El cabello es castaño y ondulado, trabajado de manera sencilla a la altura de los hombros. Ambos ángeles tienen la particularidad de no tener alas; no obstante, no es extraño encontrar ángeles sin alas, pues la forma de representarlos se ha modificado a lo largo del tiempo. El arte religioso del siglo IV los mostró con forma humana, tal y como describe el profeta Daniel la apariencia que tenía el arcángel Gabriel;[3] no fue sino hasta el siglo v cuando se les añadieron las alas, como símbolo de su prontitud en realizar la voluntad de Dios y la facilidad de trasladarse de un lugar a otro.

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