El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Vasija de cuello angosto | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
Vasija de cuello angosto | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
Vasija de cuello angosto | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla

Vasija de cuello angosto

Cultura Teotihuacana
Región Valle de México
Período Preclásico medio-Clásico temprano
Período 9 Preclásico medio-Clásico temprano
Año 1200 a.C.-600 d.C.
Técnica

Barro modelado, con engobe negro y bruñido

Medidas 9   x 9.2  cm
Ubicación Sala 6. Arte, forma y expresión
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1435
Investigador

Esta pequeña vasija corresponde con una serie de tipos que carecen de asas pero que resultan muy cómodas para verter líquido por su angosto cuello y amplia boca, que permite un agarre perfecto. Recuerda al decantador de vino de la cultura mediterránea. Lo que no es posible dilucidar es qué tipo de líquido se despachaba con esta pequeña vasija. Puede haber sido simplemente agua, también otra bebida. Pero también pudo utilizarse para un líquido que no fuese una bebida, a la manera de las jarras de los aguamaniles que se usan para verter el agua sobre las manos que han de lavarse. Incluso ignoramos si la vasija tuvo un uso ceremonial o sólo doméstico utilitario. Aun si procede de una ofrenda funeraria, como es probable, podría haber sido recipiente de uso de la persona allí sepultada, como ocurre con frecuencia en Mesoamérica.

Es verdad que la forma de la boca de la vasija recuerda un poco a la de los llamados floreros teotihuacanos. El concepto, en general, de la base más voluminosa, el cuello angosto y la boca muy abierta, es similar. Pero también se aprecia una diferencia considerable de diseño.

Por otra parte, la vasija que comentamos ostenta dos rasgos formales muy llamativos: el color negro mate intenso, producto de un espeso engobe, y las huellas de bruñido que dan una superficie tersa pero no exactamente brillante. Estas dos características son muy típicas de la cerámica del Preclásico medio, y en especial de sitios ligados a la gran tradición olmeca como es el de Tlatilco, en el Valle de México. Probablemente sea Tlatilco el sitio con mayor cantidad de muestras de cerámica con ese acabado de engobe negro bruñido.

Y en realidad, si consideramos ese rasgo tan característico de la cerámica de Tlatilco que es la experimentación y la invención constante de formas, es bastante probable que hubiesen concebido este tipo de vasija. Es por ello que, a pesar de la semejanza con el concepto más tardío del “florero” teotihuacano, nos inclinamos por asociar esta pieza con la tradición de Tlatilco, en el Preclásico medio.

Esta pequeña vasija corresponde con una serie de tipos que carecen de asas pero que resultan muy cómodas para verter líquido por su angosto cuello y amplia boca, que permite un agarre perfecto. Recuerda al decantador de vino de la cultura mediterránea. Lo que no es posible dilucidar es qué tipo de líquido se despachaba con esta pequeña vasija. Puede haber sido simplemente agua, también otra bebida. Pero también pudo utilizarse para un líquido que no fuese una bebida, a la manera de las jarras de los aguamaniles que se usan para verter el agua sobre las manos que han de lavarse. Incluso ignoramos si la vasija tuvo un uso ceremonial o sólo doméstico utilitario. Aun si procede de una ofrenda funeraria, como es probable, podría haber sido recipiente de uso de la persona allí sepultada, como ocurre con frecuencia en Mesoamérica.

Obras de la sala

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