El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Dios del fuego | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
Dios del fuego | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
Dios del fuego | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
Dios del fuego | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
Dios del fuego | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla

Dios del fuego

Cultura Teotihuacana
Región Ciudad de Teotihuacán
Período Clásico temprano
Período 9 Clásico temprano
Año 200-600 d.C.
Técnica

Piedra esculpida

Medidas 31.1   x 28.8  x 20  cm
Ubicación Sala 2. El mundo religioso
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1430
Investigador

Una de las figuras más antiguas de Mesoamérica es la del dios viejo del fuego, que empezó a representarse hacia el año 500 antes de nuestra era. Hay imágenes de este dios, muy similares en sus rasgos generales, en algunas de las principales ciudades del Valle de México, como Cuicuilco, Teotihuacán y Tenochtitlan. En la cosmovisión mesoamericana se pensaba que el mundo era básicamente plano, y que arriba y abajo del mundo de los hombres había una serie de niveles en los cuales vivían los dioses. En el último y más profundo de los nueve niveles del inframundo vivía el dios del fuego; en realidad, los relatos hablan de una pareja, un señor y una señora, pero las representaciones que conocemos son las del dios.

Se le caracteriza como un anciano, su misión y ocupación era la de mantener vivas las brasas de una hoguera. En náhuatl se le llamaba Huehuetéotl, el dios viejo. La parte superior del cosmos, los cielos, estaban asociados con las fuerzas cálidas, solares, secas, mientras que el inframundo se asociaba con las fuerzas frías, lunares y acuáticas. Huehuetéotl se encontraba en el extremo de ese cosmos dual, en su parte más obscura y fría; y sin embargo estaba encargado de cuidar y alimentar nada menos que el fuego, la fuerza cálida por excelencia.

Esta aparente contradicción puede explicarse por un principio de la cosmovisión mesoamericana: el movimiento y la vida en la tierra son resultado de un proceso dinámico en el que las fuerzas frías y las cálidas luchan o se oponen, y cada una puede alcanzar su predominio en un momento determinado, sin suprimir por completo a la otra. En lo más profundo de la noche brillan algunos puntos en el cielo, las estrellas; así como a pleno sol subsisten las sombras de las cosas, que son pequeñas porciones de oscuridad. Asimismo, en plena sequía, corren algunos ríos y subsisten algunos lagos.

En nuestra escultura podemos ver al dios viejo del fuego en su posición habitual, sentado con las piernas cruzadas. Es un anciano, como lo revelan las arrugas en su rostro; además es una figura encorvada. Sobre su cabeza hay un brasero, en alusión a su función. Pero la figura también tiene rasgos propios de los elementos opuestos al fuego: el agua y la oscuridad de la tierra. La banda que adorna el brasero muestra unas líneas paralelas que alternan con lo que parecen ser unos ojos: se trata, a juzgar por representaciones más tardías, de una representación de la tierra. Además, el dios tiene dos atributos de Tláloc, una especie de colmillos pronunciados y sendos círculos alrededor de los ojos, como si se tratara de unos "goggles".

Alfredo López Austin se ha referido a una representación semejante, de la época mexica, en la cual el dios del fuego lleva también una máscara que le correspondería a Tláloc. Esta pequeña escultura del dios del fuego puede haber funcionado como un brasero para quemar alguna ofrenda de copal. Además es posible que tuviera algo en sus manos, una de ellas está extendida, como en actitud de recibir, y la otra con el puño cerrado, como si sujetara algo.

Una de las figuras más antiguas de Mesoamérica es la del dios viejo del fuego, que empezó a representarse hacia el año 500 antes de nuestra era. Hay imágenes de este dios, muy similares en sus rasgos generales, en algunas de las principales ciudades del Valle de México, como Cuicuilco, Teotihuacán y Tenochtitlan. En la cosmovisión mesoamericana se pensaba que el mundo era básicamente plano, y que arriba y abajo del mundo de los hombres había una serie de niveles en los cuales vivían los dioses. En el último y más profundo de los nueve niveles del inframundo vivía el dios del fuego; en realidad, los relatos hablan de una pareja, un señor y una señora, pero las representaciones que conocemos son las del dios.

Audios

Obras de la sala

El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico