El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Respaldo de trono con un soberano, un cortesano (posiblemente una  mujer) y una deidad en el centro | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Respaldo de trono con un soberano, un cortesano (posiblemente una mujer) y una deidad en el centro

Cultura Maya
Región Piedras Negras, río Usumacinta
Período Clásico tardío
Período 9 Clásico tardío
Año 600-909 d.C.
Técnica

Piedra caliza esculpida en bulto redondo

Medidas 112   x 169  x 23  cm
Ubicación Sala 1. Un espacio y un tiempo
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1372
Investigador (es)

Monumento de procedencia desconocida, esculpido en piedra caliza en bulto redondo con dos personajes y una deidad en el centro; también presenta textos glíficos. Tal y como se ha considerado hasta ahora, es probable que este monumento formase parte del respaldo de una banca o trono real; el lugar en donde los reyes mayas recibían a sus súbditos. Durante el Clásico tardío los geniales escultores de la ciudad de Piedras Negras reprodujeron escenas cortesanas en las que se mostraban lujosos tronos; ellos debieron ser especialmente virtuosos manejando sus cinceles pues dado su prestigio se les otorgó el privilegio de firmar sus obras. En algunas de ellas se encuentran hasta doce firmas de escultores, lo que indica que en monumentos de gran volumen participaban miembros de una misma escuela o taller en lugar de autores individuales.

La recreación que del Panel 3 de Piedras Negras hizo M. Louise Baker ofrece una escena de corte muy representativa, en la que el gobernante está sentado en un elaborado y recargado trono mientras recibe a sus aliados y súbditos con el fin de celebrar una festividad (Dibujo 2). También de la ciudad de Piedras Negras procede un trono completo con un respaldo que presenta dos personajes enfrentados en una actitud similar a la de los personajes del Museo Amparo, aunque de diseño más sencillo; en la actualidad se encuentra en el Museo de la Aurora de ciudad de Guatemala (Dibujo 3).

Observando el diseño general del monumento del Museo Amparo y comparando con  el trono recuperado en la ciudad de Piedras Negras, podría suponerse que ambos proceden del mismo reino o al menos de la misma región. Aclaramos al lector que pese a que son muchas las representaciones de bancas reales y de tronos que se conocen por las escenas cortesanas reproducidas en las vasijas clásicas, son muy pocos los muebles de estas características recuperados de sitios arqueológicos, por lo que disponemos de pocos ejemplos con los que compararlos.

Este respaldo de trono es único en su género, una pieza de belleza extraordinaria que pone de manifiesto el virtuosismo del escultor que lo realizó. El artista recrea con minuciosidad cada uno de los detalles corporales y adornos de los personajes que participan en este evento mitológico. Este respaldo  ha sido analizado por varios autores desde la perspectiva iconográfica y epigráfica, entre ellos, Mary Miller y Simon Martin en 2004, y Marc Zender. El trono representa una escena con dos personajes conversando en presencia de un ser alado, lo que otorga a la escena un carácter sobrenatural. Los artistas mayas tenían ciertos cánones estéticos que aplicaban invariablemente en las narrativas donde participaban varios personajes.

Así, el personaje de mayor rango, por lo general el gobernante o ajaw, solía ubicarse en el lado derecho, mientras que frente a él y en la parte izquierda de la escena se disponían sus interlocutores, tal y como sucede en este monumento. En un alarde de virtuosismo y creatividad el escultor organiza las figuras en una composición cerrada apreciable por el semicírculo que forman los cuerpos de los protagonistas y los rostros que se miran, sólo el cuerpo frontal del personaje principal crea un escorzo y abre la composición, invitando al espectador a participar del evento recreado.

El gobernante está sentado a la manera oriental con el cuerpo de frente y la cabeza girada de perfil mirando hacia sus acompañantes. Lleva el cabello enrollado en mechones y atado en la parte delantera venciéndose hacia el frente. Si se observan con detalle los mechones del cabello, se puede apreciar que cada uno de ellos va adornado con pequeñas cuentas circulares colocadas en línea. A su vez, todo el cabello está sujeto por un tocado que adorna la parte posterior de la cabeza. Este tocado está compuesto por una flor rematada por un haz de plumas, que incorpora el signo de noche y de espejo, el atributo principal y distintivo del dios Itzamnaah, también conocido como dios D de los códices. Itzamnaah fue considerado el dios de la sabiduría, el más importante del panteón maya y el inventor de la escritura.

Durante el Clásico, los soberanos mayas se mostraban con los atributos principales de los dioses, de esta manera les emulaban o representaban, tal vez con la intención de hacer suyas sus cualidades. Más si observamos cómo el gobernante, además del tocado, lleva prendido en el pelo un hueso tallado en punta, tal vez un utensilio empleado para tallar o escribir, destacando más aún su vínculo con Itzamnaah, el creador de la escritura.

El rostro del personaje está deteriorado y parte de la nariz, el pómulo y la oreja están perdidos, pero aún así se puede apreciar la minuciosidad y el detallismo del escultor. El perfil de la frente está muy marcado por la modelación cefálica tabular oblicua, que los mayas exageraban aún más incorporando un adorno curvado en la parte superior de la nariz. El rostro del personaje presenta escarificaciones con forma de roleos en la mejilla, y en forma de volutas en la frente y la nariz. El personaje también muestra un bigote indicado por finas líneas de vello que remarcan el contorno del labio superior hasta su comisura, y debajo de la barbilla se reconoce una perilla recortada en forma recta. El escultor quiso resaltar la musculatura de los pectorales, así como la postura distendida y despreocupada que presentan muchos gobernantes mayas en situación de recepción de tributo o visitas de vasallos y aliados. Así por la posición de los brazos, apoyados en las piernas y el cuerpo ligeramente inclinado hacia delante se diría que el gobernante dialoga con los otros dos personajes de la escena.

El personaje sentado en el centro es una deidad alada que según reconoce Zender podía actuar de mensajero de Itzamnaah, tal y como se advierte en algunos vasos clásicos. Como apuntan Miller y Martin (2004) este personaje también es reconocido en otras escenas como un árbol (TE’) al que se le conoce como Pax, porque el rostro de esta entidad es empelado como patrón del mes Paax o Paaxil. (Dibujos 4, 5 y 6. Vasos K7821, K4013 y K 1226); es representado como un rostro sin mandíbula inferior, de cuya boca surge una forma vegetal con el signo de la cruz de San Andrés dentro. Cuando se manifiesta en forma de árbol suele llevar una garra de jaguar como una de sus orejas y personifica a un tipo de árbol mítico relacionado con el sector cardinal del este; junto a su nariz suele colocarse un signo glífico reconocible también en la nariz de la deidad del trono.

El trono fue seccionado al medio pasando justo el corte por el centro de la deidad Pax, lo que produjo la pérdida de parte del rostro. Pese al daño causado a este monumento aún se dejan entrever el ojo cuadrado propio de las divinidades mayas; el elemento vegetal que brota de la boca; la orejera circular con tapón tubular; el cabello en mechones enrollado en la nuca y suelto por la espalda. En la espalda también se reconoce el cierre de cuentas de un collar que queda cubierto en la parte delantera por la posición de brazos cruzados sobre el pecho. Por debajo del brazo asoma el ala plegada que aludiría a su papel de mensajero. Tanto sus brazos como su espalda y sus piernas van decoradas con el signo de brillo, un ícono de luz, resplandor y reflejo que portaban y distinguían a los seres sobrenaturales del resto de los mortales.

El personaje de la izquierda es una mujer que presenta el perfil deteriorado, al igual que su interlocutor, advirtiéndose también una marcada tabulación oblicua en la frente pese a que la nariz está perdida. El cabello lo lleva recogido en mechones enrollados sujeto por una cinta en la parte superior de la cabeza y anudado en la parte posterior, dejándose ver las cintas del atado por detrás del cabello y un haz de plumas que lo adornan. En este caso conserva la oreja pero ha perdido la orejera. La posición de perfil de este personaje parece que envuelve y protege a Pax. Su brazo derecho apoya ligeramente en su rodilla mientras su mano cerrada descansa sobre el suelo. La otra mano la apoya en la espalda del dios. Ambas muñecas van adornadas por brazaletes o muñequeras de factura similar a las que porta el gobernante. Este personaje va cubierto con un faldellín que se amarra en el lateral de la cintura, cubre hasta la mitad del muslo y está rematado por un adorno doble de flecos.

Toda esta escena queda remarcada en un rectángulo formado por una sucesión de rostros antropomorfos decorados con signos tun, “piedra” y elementos vegetales que se intercalan con textos glíficos. Esta era la forma estandarizada en el arte maya de representar los cerros míticos. Curiosamente, este cerro mítico está en muchos casos asociado a Itzamnaah y al dios Pax o Paaxil. Coincide que Paaxil es el nombre del cerro mítico mencionado en el Popol Vuh como el lugar de donde se extrajo la semilla de maíz. Un cerro que estaría ubicado en el sector cardinal del este. La mayoría de las vasijas que presentan la secuencia narrativa del cerro mítico asociado al árbol Pax, al cual es lanzado un bebé con atributos de jaguar, coinciden en la fecha del mes Paax como el tiempo elegido para llevar a cabo este ritual.

A esto hay que añadir que uno de los dioses que desde el período Preclásico aparece en las representaciones asociadas con el árbol Pax, es Itzamnaah en su forma aviaria. Muy probablemente la intención última del artista que realizó este programa escultórico fue recrear un pasaje mitológico ambientado en ese cerro mítico del que brota el árbol Pax o Paaxil. Por tanto, parece que todo confluye en esta representación; por un lado, toda la escena se desarrolla en un cerro mítico, pues es el marco elegido para ambientar la escena. Por otro, la presencia de Pax o Paaxil alado podría aludir a su doble función, la de mensajero de los dioses, tal y como aparece en alguna vasija del Clásico, así como al árbol que brota de este cerro mítico, probablemente el mismo del que se extrajo el grano de maíz. Por su parte, el gobernante con el tocado de Itzamnaah estaría emulando al dios en el pasaje mítico en el que convergen el cerro, el árbol Pax e Itzamnaah en forma de ave.

Monumento de procedencia desconocida, esculpido en piedra caliza en bulto redondo con dos personajes y una deidad en el centro; también presenta textos glíficos. Tal y como se ha considerado hasta ahora, es probable que este monumento formase parte del respaldo de una banca o trono real; el lugar en donde los reyes mayas recibían a sus súbditos. Durante el Clásico tardío los geniales escultores de la ciudad de Piedras Negras reprodujeron escenas cortesanas en las que se mostraban lujosos tronos; ellos debieron ser especialmente virtuosos manejando sus cinceles pues dado su prestigio se les otorgó el privilegio de firmar sus obras. En algunas de ellas se encuentran hasta doce firmas de escultores, lo que indica que en monumentos de gran volumen participaban miembros de una misma escuela o taller en lugar de autores individuales.

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